jueves, 1 de noviembre de 2012

Antártida 2072

El viento helado rasgaba sus labios. Las lágrimas crujían con cada parpadeo. Sus piernas pesadas luchaban por salir de la nieve, para poder avanzar a través de aquel eterno páramo blanco.

Nunca nadie de su familia había pisado la blanca nieve. En su querida Sicilia el clima era seco, el viento olía a orégano y a mar, su mar, el Mare Nostrum, núcleo de la historia del progreso de los hombres, creador de mitos.
Ahora no era más que un lago fragmentado en miles de pozos salados, sin vida. Su padre le contaba cómo antes un hombre podía atravesar el mar de punta a punta en un barco. Pero eso era antes del éxodo, las hambrunas, las muertes, antes del fracaso de los hombres empeñados en coger lo que no entra en sus manos.

Los que pudieron sobrevivir, viven ahora desperdigados en los albores más inhóspitos de la tierra, en las más frías cimas y en las más profundas cuevas. Nos creímos Dioses y ahora somos ratas, cucarachas y murciélagos que buscan desesperados humedad en la oscuridad.



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